Rec
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Pensar en Arda. Pensar en nostalgia. Añorar lo que ya no está. Melancolía por las ruinas. Saudade. Querer lo que otros han despreciado o ya no pueden cuidar. Un crepúsculo bajo la niebla y una lluvia chispeante hace que las sombras sean oscuras y profundas. Como en las profundidades del agua, las plantas se mueven con un ritmo sinuoso, cautivante e inalcanzable. Una danza peligrosa que nos ignora. En el resguardo de la lluvia dentro de un hogar propio, con alfeizares de madera, fierros oscuros, vitrales de colores y otros transparentes para poder ver el temblor de las flores al mojarse. Y en la mano una taza de cerámica, llena hasta el borde de un té fragante, picoso, con miel. Yo todo lo quiero sanar con té, por las tardes, o café en las mañanas. Nunca he entendido bien qué tan popular son los libros de J.R.R. Tolkien. No sé si eso sea importante para la reflexión. Tal vez en México no mucho. Me han dicho que les parecen muy largos, o  aburridos, descriptivísimos y pobladísimos, confusos. Yo los quiero (y el apelativo afectivo es completamente intensional) porque son historias de honda tristeza y esperanza. Cuando comencé a leer estos libros tenía 15 años. Como todas (¿realmente todas?), me sentía sola. Me odiaba a mí misma por ser quien era y pno poder cambiarlo. Me desconocía y por eso me rechazaba a mí misma. Solo con la lectura y la escritura podía, parcialmente, ser más de quien yo era y soñar con ser más de lo que mi presente permitía. Y un hombre de fe (un sacerdote) me dijo un día: “A ti que te gusta leer, deberías leer El señor de los anillos, es lo mejor que he leído en toda mi vida; pero primero lee El hobbit, porque salió antes y es mejor si vas en orden”. (¿Un libro por encima de la Biblia misma?) Mi secundaria solo tenía esa “precuela” en su biblioteca, así que lo pedí prestado. Y al leerlo, todo se volvió más triste, más importante, más ancestral, más intrigante, más peligroso y más familiar. Eso es lo que un buen cuento de hadas logra, resignifica el mundo y lo vuelve más fascinante. Más que “recubrirlo” con encanto, le “descubre” su esencia profunda y significativa. Los árboles hablan entre sí y suspiran de aburrimiento, en las montañas viven comunidades resguardadas de todos, las estrellas nos observan y cuidan, las águilas hablan, las aventuras llegan disfrazadas de fiesta. Hay un hogar del otro lado de la frontera del mar. Tal vez no lo entendí a los quince años cuando leí El hobbit por primera vez. Mentiría si digo que entendí toda la trama, todas sus sutilezas y rebuscadas referencias a sus otras obras (por que el autor quiso, por alguna razón, sembrar esporádicos nombres y eventos que nada tienen que ver con la trama, pero que extienden el alcance de su mundo hasta la creación misma). Lo que sí sucedió, porque así lo sentí (y lo recuerdo bien), fue una profunda impregnación del “espíritu” del libro. Yo era otra persona al terminarlo, sin que yo me diera cuenta ni entendiera cómo, el texto se extendió dentro de mí y jamás podré arrancarlo fuera. Es un sentimiento difícil de precisar: es una resonancia de algo que no conozco pero que es parte de mí. Algo arcano pero vivo. Está en los árboles, en la noche, en la música, en la comida, en las flores, las nubes, el silencio. Ahora que lo estoy leyendo de nuevo, creo que por tercera vez, ya con muchas herramientas y curiosidades en mi morral teórico (haciendo una referencia aquí a la teoría de la bolsa de Ursula K. Le Guin), estoy viviendo otra vez esa sensación de encantamiento y hechizo. Es una novela que bien podría dividirse en dos: cuando Bilbo se ve arrastrado por las fuerzas externas de los otros personajes y sólo puede reaccionar a los peligros a su alrededor, y cuando él debe asumir las riendas heroicas de la aventura. Creo que es por eso que la primera mitad del libro es cuando vemos más aventuras caóticas e inesperadas: Bilbo no conoce las vastas tierras y sociedades que habitan en la Tierra Media, sólo su pequeño hogar debajo de la tierra en La Comarca. Después de enfrentarse a trolls, duendes, gigantes de piedra, largas caminatas, túneles, criaturas sin definición (porque aún no se sabe quién y qué es Gollum exactamente), bosques que susurran, y hacer amigos con los elfos, las águilas, los duendes, hombres-oso y su propio corazón, es cuando Bilbo encuentra la astucia y valentía que siempre tuvo para ser un ente activo en su propia historia y su propia vida. También hay un cambio en los espacios y la narración: cuando antes era casi saltarina y divertida, conforme se acercan a la Montaña Solitaria se vuelve solemne y mítica. Lo que empezó como una especie de episodios se aventura, más chuscos que temerosos, se vuelve una verdadera misión por sobrevivir y, más aún, una lucha por recuperar un hogar perdido. Es decir, si antes se sentía como una exploración folklórica de un mundo mágico, llegamos sin darnos cuenta a una verdadera épica Una vez lo expliqué frente a un grupo al que me solicitaron escuchar y aconsejar en temas de ecología: mi responsabilidad con la naturaleza se detonó con esas lecturas. Y es un sentimiento corroborado por otras personas, en otras décadas. El activismo ambientalista ha estado estrechamente ligado a la Tierra Media. (Tal vez sea un ejemplo banal, pero buena parte de mi estilo y relación con la ropa ya está intervenida por una consciencia ecológica y casi todo lo que se ve aquí se consiguió fuera de los circuitos mercantiles de la moda rápida) Tolkien siempre está reflexionando sobre el concepto del héroe también. Sus protagonistas suelen ser los sujetos inusuales, desestimados por su tamaño o su personalidad. Así es como tenemos personajes memorables que desafían convenciones clásicas de lo que significa ser un héroe. No olvidemos que Tolkien es contemporáneo el modernismo literario y no era ajeno, ignorante ni indiferente de lo que otros y otras autoras hacían, con lo que eso implica. Como bien lo demostró en una entrevista en donde cita a Simone de Beauvoir para hablar sobre la muerte. Tolkien vivió en la misma época que T.S. Eliot, William Faulkner, Mariano Azuela, Salvador Novo y Alfonso Reyes, y tiene más de existencialista que de insulso optimista. Por eso sus principales héroes son más modernos que clásicos. Ninguno es un machito violento que ansía la gloria o el poder. Frodo es el héroe que fracasa, que nunca sana, que elige no pelear, que elige su propia condena con plena consciencia de que era débil y humilde para enfrentar un mal inconmensurable. Si llega a su meta no es por sí mismo. Faramir es el héroe que medita, que desprecia la guerra, que evalúa el valor de la guerra, que entiende que la humildad no es humillación sino respeto a los demás. Sam es el héroe que cultiva, que recolecta que cuida, que es fiel por amistad y cariño y no por ideales heroicos y abstractos, que canta y le gusta cocinar. Turin es el héroe que nunca sana. ¿Creyeron que sólo iba a hablar de El señor de los anillos? Aquí les va unas palabras sobre El Silmarillion. Bien podría ser que todos los personajes de este libro cargaran con ese epíteto: “Los que nunca sanan”. Turin, el niño maldito, Turin el irascible, Turin el impulsivo. Su historia está basada en un personaje mitológico finlandés, Kulervo, y podemos ver entonces que tiene más en común con Orestes y Edipo. Feanor, el más poderoso de los elfos de la Primera Era, se dejó influenciar por el dios oscuro Melkor y jamás pudo controlar su carácter colérico. Cimbró la más grande ruptura en su sociedad y provocó (no con esa intención, pero sí es responsable) las más grandes tragedias de su pueblo.               Incluso Aragorn, el más clásico de sus personajes, no es rey de Gondor por su valor, su fuerza, su inteligencia o su honor. Es fácil ver el argumento que él, descendiente de reyes decadentes y una línea rota para “subir” al trono, elige su destino como líder (lo cuál también podría ser un desafío a la idea del mandato divino de las monarquías), lo cuál lo hace diferir de otros personajes que ansían el poder. Aragonr, Elessar, es rey por su compasión, su entrega y su capacidad de sanar y curar. Esto es explícito en el libro El retorno del rey, cuando las mujeres curanderas están conversando sobre los rumores del (vaya la redundancia) regreso del heredero al trono, y una de ellas dice que sabrá reconocerlo porque “sus manos curarán”; y en efecto, cuando la batalla termina, lo primero que Aragorn hace no es descansar y bañarse o reunirse con un séquito de hombres para planear la siguiente embestida al enemigo, se pone a atender a los heridos y enfermos en las Casas de la Curación y la misma mujer se regocija al verlo. Yo podría dar largas clases improvisadas sobre diferentes elementos de estos libros (y lo he hecho a petición de amistades). Baste ahora con esta reflexión. Baste ahora con este sentimiento de sueño e ilusión. Baste ahora con mirar más árboles, meciendo sus copas con el viento. Juntos, hablan un idioma universal.
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+3
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Jul 17, 2025

Comments (4)

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💛 I translated this to English to read it. I love how much those stories affected you!
Jul 17, 2025
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@BEE1000 I think it's important to explain on a personal level why we like something, and then go on with a little bit of theory :)
5d ago
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Nunca me interesó leer estos libros por sus descripciones tan detalladas y alargadas, pero, me diste ganas bbgirl JAJAJAJAJ Gracias
Jul 17, 2025
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@NATILLA Sí son libros muy descriptivos, podrías intentar con los poemas o cuentos de Tolkien para familiarizarte con su estilo :)
5d ago
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